Maricela Contreras Julián
En el ámbito de los derechos humanos, hablar sobre avances y logros obtenidos es un tema controvertido, pues la corriente de opinión que se genera es diversa ante los marcos normativos internacionales, regionales, nacionales y aquellos de carácter local, que reconocen libertades fundamentales.
Sin embargo, algunas opiniones sobre el tema se traducen en acciones para limitar los alcances del reconocimiento de derechos, obstáculos para impedir su ejercicio pleno o bien, en omisiones que coadyuvan con los bloques opositores a toda forma de sociedad justa, democrática, tolerante e igualitaria.
Lo anterior, trasladado al respeto y reconocimiento de los derechos humanos de las mujeres, encuentra mayores elementos de debate, ya que existe un abismo entre la realidad cotidiana de nosotras y el ejercicio de esos derechos.
El movimiento amplio de mujeres de México, forma parte de un movimiento social y político que visibiliza la pluralidad de nuestro país, que supone la toma de conciencia de las mujeres como colectivo humano con derechos; la acción conjunta que hemos desarrollado, contribuye en el largo camino que otras mujeres, en tiempo y espacios diferentes, emprendieron para transformar la sociedad y lograr mejores condiciones exigiendo nuestros derechos y libertades.
Al asumimos como movimiento feminista Plural, somos mujeres comprometidas con las luchas de mexicanas que, en acciones, han cristalizado exigencias: nuestra voz da continuidad a las voces que exigían el derecho al voto desde la Constitución de 1857; a la lucha de mujeres que denunciaron la violencia familiar y de género, colocándola como un asunto de interés público, o de las que plasmaron en la ley el delito de la violación en el matrimonio y se opusieron a la burda obligación del débito conyugal; a las que han exigido educación sexual y el uso de métodos anticonceptivos como alternativa de planificación de vida, a las que han exigido los derechos ciudadanos y políticos.
Es decir, damos continuidad al movimiento de mujeres que, desde diversos ámbitos de acción, ya sea académico, social, político o en el espacio institucional, hemos derribado obstáculos que limitan nuestra libertad de ser, estar o decidir.
No podemos negar una sociedad con prejuicios, inquisitoria y que antepone visiones personales sobre los derechos de las mujeres universalmente reconocidos, que impone marcos jurídicos obsoletos y reformas jurídicas que van en retroceso.
Esa actividad, es parte de lo controvertido y de las batallas que debemos enfrentar cuando de reconocer y defender derechos humanos se trata, sobre todo, los de las mujeres.
Ese proceso del avance en la agenda del movimiento de las mujeres, no puede entenderse sin diversos factores que, sin hacer más fácil el camino, posibilitan espacios para incorporar los temas en el debate público y, posteriormente, traducirlos en acciones de gobierno, cuyo impacto es directo, pues de manera inmediata se materializan en la aplicación de leyes o políticas públicas.
Tal es el caso del Distrito Federal que ha retomado esa agenda no para apropiarse, tomarse la foto de un día o erigirse como la vanguardista en el discurso, sino para realizar un trabajo de acompañamiento, reconocimiento a la labor del movimiento progresista a favor de los derechos humanos y, principalmente, institucionalizar procesos que permitan consolidar el trabajo que muchas de nosotras hemos exigido.
No es la ideología de un partido político o de un grupo en particular, no es el caso de personalizar o particularizar la lucha, sino de articular los esfuerzos de todo un movimiento de personas y una estrategia trazada para obtener logros y defender derechos.
Se trata de una cuestión de derechos, no de nombres.
Las acciones decididas que se han emprendido en la Ciudad de México a favor de los derechos humanos, particularmente de las mujeres, desde luego que han provocado reacciones en contra, pues algunas estructuras intocables y resguardadas celosamente bajo argumentos morales que niegan derechos y obstruyen el ejercicio de nuestras libertades, han sido rebasadas.
Esa reacción toma forma de discursos de odio, misóginos, homofóbicos, intolerantes y cargados de discriminación, los cuales se han agrupado para combatir los pasos del movimiento de los derechos humanos de las mujeres, formando alianzas entre jerarcas religiosos que obedecen directamente a la línea del Vaticano y los grupos en el poder político y económico, a través de personas que toman decisiones como los diputados del PRI y del PAN en los Congresos Locales y el Federal. Sin olvidar que la derecha conservadora a través de sus múltiples articulaciones lo han permeado todo, partidos políticos, organizaciones políticas y empresariales, organizaciones sociales, comunidades enteras con un caudal de recursos que opaca o busca opacar todos nuestros esfuerzos.
Sin esa confabulación de los sectores conservadores y de grupos de poder que les interesa y conviene la supervivencia en esos espacios no puede entenderse la verdadera embestida contra las acciones legislativas y de gobierno que han sido impulsadas en forma plural en el Distrito Federal.
La estrategia de esos sectores busca aislar a la Ciudad de México imponiendo realidades diversas a las que se reconocen en el Distrito Federal con reformas jurídicas que atentan contra los derechos humanos, que criminalizan a las mujeres y que son una clara afrenta, no sólo a una entidad, sino al movimiento social y político que representamos.
Esa es la batalla que actualmente se libra no sólo en México, sino a nivel internacional en contra de los grupos que se han opuesto históricamente al reconocimiento de los derechos.
Quedarnos en silencio o no actuar, representaría una complicidad; retractar los logros a favor de los derechos humanos, sería situarse en la postura de los que cuestionan el para qué de su reconocimiento, llevándonos al terreno del colaboracionismo como un elemento que facilita la lucha en contra de toda la agenda del movimiento del que formamos parte.
Ante ese panorama, es urgente e indispensable que el movimiento de mujeres de nuestro país, como movimiento progresista a favor de los derechos humanos, articule su lucha y diseñe la estrategia en dos pasos: consolidar avances y exigir derechos.
Consolidar avances para eliminar las barreras que aún existen en el ámbito cultural, social, económico y político para que podamos ejercer nuestros derechos y que garantice su respeto
Exigir derechos en aquellos espacios donde se niega nuestra realidad y se empeñan en imponer un orden contrario al respeto de los derechos humanos para detener las contrarreformas que se denuncian.
Con esos dos pasos, nuestro movimiento trazaría una estrategia de lucha para continuar con el proceso de avance; debemos sumar esfuerzos, aprovechar las trincheras y exigir trabajo a personas que tenemos la responsabilidad y obligación de llevar la agenda del movimiento de mujeres y de derechos humanos a los espacios de toma de decisiones y, además, defenderla ante cualquier embestida.
Este foro en mi ha creado la ilusión, la esperanza y la expectativa de salir con una agenda que nos posibilite realizar un trabajo coordinado desde la trinchera que cada una hemos ganado o que hemos elegido para luchar por las mujeres, en contra de la discriminación, por la democracia, con pleno respeto y tolerancia de nuestras formas de organización y de lucha.
Muy cierto, comentanos del programa de transversalizacion para la delegación tlalpan, sus objetivos, avances y permanencia. Muchas gracias.
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